Una cazuela
puede llevar muchos ingredientes: afecto,… amistad, cariño,… gratitud,… confianza,……. respeto,… complicidad,……….
admiración, incluso por qué no, unas piscas de amor. En fin, los ingredientes pueden
ser diversos, pero definitivamente sin fuego no calientas el plato.
Es decir, sin
pasión la cazuela no se cocina.
Así, sin
pasión por el sonido no se cocina un músico.
Sin pasión
por la forma no se cocina un escultor.
Sin pasión
por los espacios no se cocina un arquitecto.
Sin pasión
por lo que habita más allá de lo conocido no se cocina ni un científico, ni un
filósofo, ni un poeta.
Sin pasión
por lo humano tampoco se cocina un ser humano.
Sin pasión
sencillamente la vida no se cocina.
Y cuando,
llegado el momento, la muerte tome nuestra mano, avanzaremos junto a ella
cargando tan sólo un plato frio y desabrido en la otra.
Estamos
trabajando para lograr esta escena.
Sin embargo,
creo que una pasión difícilmente te la puedes inventar.
Más bien, la
tienes que descubrir, o aún más ciertamente, redescubrir.