miércoles, 11 de abril de 2012

Joaquín

El hermoso hijo de Berta.

domingo, 8 de abril de 2012

66 (1° parte)

Boceto a grafito sobre papel couché

viernes, 6 de abril de 2012

Mendoza

De paso nuevamente por Mendoza, ciudad encantadora. No pasaba por aquí como un año y medio atrás y el lugar es como lo recordaba: amigable y con estilo. Si hay algo que me gusta encontrar en un lugar, son arboles, y aquí en Mendoza abundan en casi todas sus calles, un verdadero oasis; lamentablemente sufre la amenaza de desertificación que corren mucho otros lugares, debido principalmente a la deforestación de los bosques de algarrobo, la excesiva población de ganado y el crecimiento no planificado de la urbe, insisto, como en muchos otros lugares. Si caminas un par de cuadras por sus calles sombreadas, te encuentras con una plaza escondida entre los edificios, que aquí por fortuna no son demasiado altos, no como grandes falos de cemento compitiendo; luego das la vuelta a la esquina y fácilmente te encuentras con otro parque. La vida cultural parece ser buena aunque no he tenido la oportunidad experimentarla mayormente. Lo que no podríamos decir que escasea aquí en Mendoza son las bellas mujeres, que eso sí que abundan, otro gran atractivo de esta ciudad. Quisiera agradecer las invitaciones que me hicieran llegar en su momento los amigos del sitio dibujantesmendocinos.com, lamentablemente con mis amigos tuvimos unos problemas por el cierre del paso y no pudimos llegar. Sé que ha pasado tiempo, pero gracias finalmente.

Aprovechando mi pequeña escala de cuatro horas en Mendoza, me fui esta vez a la Plaza Independencia. Como siempre se escucha la música de tambores y flautas, en el piso los artesanos ubican sus paños con distintos tipos de artesanías, imagino que se mezclan artistas viajeros y locales. También hay una media luna de toldos donde también encuentras variedad de artistas, como un par de muy buenos retratistas que vi en cada uno de los extremos de esta feria. Además está la gente, que parece disfrutar mucho de sus espacios públicos, llenos, como ya dije, de grandes árboles y refrescantes fuentes de agua. Siempre cuando salgo de viaje suelo llevar un cargamento de libros de los que finalmente no leo ninguno. Esta vez, con destino a Brasil, decidí sólo acompañarme de uno: Muertes y Maravillas del poeta chileno Jorge Teillier. Frente a mí, mientras leía en un banco de la plaza, se encontraba un chico instalando su paño en el piso para exponer sus trabajos de artesanía; junto a él también estaba su pequeño perro y su mochila que tenía estampado este diseño gringo como de anuncio de ruta o carretera con el numero 66. Veo esto y digo ¿Dónde acabo de ver este número? Vuelvo la mirada al libro y veo la página con el poema que me encontraba leyendo y pensando en ese momento.

Luces de linternas rotas

Luces de linternas rotas
pueden brillar sobre olvidados rostros,
hacer moverse como antorchas al viento
la sombra de potrillos muertos,
guiar la ciega marcha de las nuevas raíces.

Una débil columna de humo a mediodía
puede durar más que las noches de mil años,
la luz de una linterna rota
ha brillado más que el sol en el oeste.

Una mano sobre las aguas
encuentra las mañanas que perdimos.
En las pupilas de un niño de nuevo se dibujan los pescadores
devorados por las viejas mareas.

Alguien escuchará nuestros pasos
cuando nuestros pies sean terrones deformes;
alguien soñará con nosotros
cuando seamos menos que un sueño,
y en el agua donde pusimos nuestras manos
siempre habrá una mano
descubriendo las mañana que perdimos.

66

Espero en mi viaje de vuelta poder hacer otra escala en Mendoza, ojala eso sí, que esta vez sea un poco más extensa.