viernes, 1 de septiembre de 2017

Sonrisa negra


Masticas la pasta negra,
tal vez rumiando
la negligencia del cielo.
Los oscuros humores
se esparcen bajo la silla
clavada frente al mar.
El petróleo reptante
asfixia la flora
y los sueños hacen
sus últimas gárgaras.
Aahh! Los ojos,
esas uvas negras chorreantes.
La piel pétrea se descascara a ratos
y me regala alguna grieta
por la que se cuela el sutil
resplandor de tu sonrisa.
Risas de niños merodean;
rasguñan las paredes
empapeladas por extraños paisajes.
El arcoíris con el lodo
hasta las canillas.
Los recuerdos recrean
una Pompeya arrasada por la lava
y sólo sobreviven
con expresiones espeluznantes.
Alas que chapotean
en un denso balbucear,
y ahora no son más que figuras
estacionadas entre las cenizas,
entre la repetición de un rasguño mudo.
Me inclino hacia atrás
en el silencio del tiempo;
veo al segundero arrastrar
sus pesados y viscosos pies
mientras danzan los soles
en los horizontes lejanos.
El viento empuja las manchas
por las paredes del paisaje;
chorrean congelándose
en un chirrear de dientes.
Tu calor,
esa marioneta deshilachada sin brazos,
no lo debí pedir.
El crujir,
el vaivén de la mecedora
se mezcla con el craquelar
de la sonrisa negra;
se mezcla en el alquitrán
de una espera.